UNA LEYENDA DE YÖKÖ

 

Llovía fuego y el día se oscureció en éxtasis multicolor,

era la última vez que el Miravalles explotó.

Justo ese día, que el futuro cacique volvería

de su meditación en la montaña.

La naturaleza había decidido que era el momento

de nutrir unas tierras viejas y cansadas,

bosques y praderas estaban perdiendo su brillo y encanto,

era un cambio, una revolución, una necesidad

pero una catástrofe al fin,

gentes, plantas y animales no podían huir.

La princesa sube la montaña y al borde del volcán,

ruega a Yökö por la suerte de su amado.

La Diosa del calor que serpentea por las entrañas de la Tierra,

en su atenta y dolorosa faena de purificar y revivir los campos,

detiene su acción y acude al poderoso llamado del amor

y explica a la enamorada que

el cambio es una ley y la ley no tiene excepciones:

su vida llegó al límite y desconoce la suerte del príncipe,

pero,

su amor merece dos regalos para siempre:

calentará las aguas en que se bañará el futuro cacique

y recordará ese día con los atardeceres de Tamarindo.

 

 

 


 

Por Ibo Bonilla Oconitrillo